Carta a mi mamá

Duele reconocerse en actitudes que a uno no le gustan, que se quieren cambiar, que son el peor personaje de nuestra historia. Pero me salió así, y pido perdón. Perdón al universo por haber enviado tan mala energía. A mi mamá, porque fue quien la protagonista que recibió la actitud y todas sus emociones. A los […]
Escrita el 14 de mayo de 2015
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Duele reconocerse en actitudes que a uno no le gustan, que se quieren cambiar, que son el peor personaje de nuestra historia. 

Pero me salió así, y pido perdón. Perdón al universo por haber enviado tan mala energía. A mi mamá, porque fue quien la protagonista que recibió la actitud y todas sus emociones. A los que estaban al lado mío, porque no terminaban de entender cómo podía hacer algo así. A mí, por haber actuado así, por haberme dado cuenta y por cambiar. 

A veces siento que me queda poco tiempo en este planeta. Que, al igual que todos, tengo los minutos y segundos contados. Es así, estamos viviendo pero pocos terminan de reconocer que esto se va a terminar algún día. 


Y una vez que acepté que escribir me encanta, que sacar las palabras de adentro hacia afuera me ayuda a sanarme, a crecer, a aprender, a disfrutar, que no me importa lo que digan, quiero vivir escribiendo sumado a que encontré una forma de vida que me gusta, que me hace bien, que me devuelve tanto, me enseña, me ayuda a crecer, disfruto… es como si quisiera aprovechar todo el tiempo “perdido”, todo tiempo “pasado” y ahora no desperdiciar un minuto más. 

Y en eso, no pensé en nadie más que en mí. 

Si bien, está bien que uno se priorice y haga lo que sienta, quiero que eso no lastime a los que amo. Sé que mis cambios, que mis reflexiones, que mis palabras y miradas pueden hacerlo cuando el otro no me entiende o cree que no estoy en el camino correcto. Eso es inevitable. Pero si puedo evitar el hacerlo “adrede”

Tampoco es que esto lo hice a propósito con el fin de lastimar. Simplemente, no me di cuenta. Estaba tan atravesada con sentimientos de futura “libertad” y “bienestar” que no medí las consecuencias. 

Y ahora no puedo parar de reprocharme esta actitud. 

Fuente: Pinterest



Me levanto y escucho esa voz de la mente, porque la voz del cuerpo todavía no se manifestó, o eso creo, que me reclama. “¡A vos te parece lo que hiciste!”

Y si, me salen – o me entran – un montón de preguntas y exclamaciones. 

¿En que estabas pensando? ¿Era necesario lastimar de esa manera al ser que te ama incondicionalmente y te apoya en todo, incluso cuando ella sale lastimada? ¿Cómo no te diste cuenta de lo que estabas haciendo? ¿Cómo no te diste cuenta de lo que estabas por provocar? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Para qué? 

¿Tenés algo con la fecha? ¿En alguna parte sentís que no querés estar pero no por ella, sino por “el”? ¿Hay algún otro sentimiento que tengamos guardado por ahí, que no lo hicimos conscientes pero que trabajó en silencio para hacernos tomar esa decisión tan… ¡de mierda!? 

Pero ya está. Dejá ese látigo de siete puntas de lado. Te diste cuenta de lo que hiciste, de lo que provocaste, de lo que lastimaste. Dejá eso de lado. Te diste cuenta a tiempo para poder enmendarlo. 

Mamá, perdón por haberte dicho que volvía a las rutas dos días antes de tu cumpleaños. Me voy a quedar a pasarlo y disfrutarlo con vos. Porque hoy tengo esa oportunidad, porque hoy quiero hacerlo, porque no quiero generar sentimientos y emociones no positivas entre nosotras sin sentido. 

Lo siento, perdóname, te amo, gracias.
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