Día 4 | ¿Perdón por haber nacido?

Durante años no entendí por qué mis padres me hicieron sentir que no me querían hasta que me enteré que soy una hija no deseada.
Escrita el 17 de mayo de 2016
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Quise avanzar con el tema del perdón pero me quedó dando vueltas a la mente el tema del “pecado original” y cómo parece que uno debe pedir perdón por haber nacido.
 
Y en mi caso, me hicieron sentir que debía pedir perdón por haber sido niña.
 
Si, una parte de la familia esperaba que yo fuera niño. Y no, hiriendo el narcisismo de la parte paterna, vine al mundo siendo una mujer.
 
Sumale que a los 14 años me enteré que soy un “hijo no deseado” y que la forma de concebirme fue fruto de no respetarse entre mis padres.
 
¡Ja! Me estoy riendo… sí.
 
No solo no estaba en los planes que yo viniera al mundo, sino que vine a partir de un acto de violencia más que de amor y encima… ¡termino siendo niña!
 
Una de las cosas que leí sobre esto del perdón, que es útil ponerse en el lugar del otro.
 
Y, si bien yo no hubiera reaccionado igual, no hubiera actuado igual, entiendo la frustración de cada uno de mis padres. 
 
Al mismo tiempo, comprendo la mezcla de emociones que deben haber sentido por el hecho de que iban a tener su primer hijo.
 
Cierro los ojos y me imagino viajando en el tiempo. No sé si dentro de mi mente se respeta la realidad, en el sentido, que en verdad no sé cómo se veían mis padres antes de que nazca, o no lo recuerdo.
 
Veo que me paro frente a mi mamá cuando se entera que está embarazada. Percibo el amor que se instala en su corazón por la noticia pero al mismo tiempo el miedo que siente. 
 
Y también, no sé si la palabra es “lastima”, pero si… creo que se entristece por comprobar qué la realidad de “familia” que voy a tener no es la que hubiera deseado ni para ella, ni para mí.
 
Miedo a que no la permitan disfrutarme. A que me emborrache con todas las cargas negativas que ya están creando alrededor. Que el nombre, que donde voy a nacer y si hasta se creyeron con el poder de decidir mi fecha de nacimiento.
 
Miedo a que yo desde adentro de su panza, ya sepa lo que me esperaba. Miedo a que por eso, yo no quiera salir. Miedo a que viva con el mismo miedo que ella. A la violencia, al desamor, a sentir menospreciada por quienes deben amarte, respetarte y cuidarte.
 
Lo siento. Tengo ganas de abrazar a mi mamá en ese momento.
 
Me enseñaron una sola forma de concebir el tiempo: lineal. Entonces, con esa teoría, yo no podría abrazar a mi mamá de ese momento pasado.
 
Pero… ¿sabes qué Newton? Lamento que no hayas podido percibir lo que yo siento ahora, en mi mente, en mi imaginación, como quieras decirle, al abrazar a mi mamá en el momento en que se enteró que yo venía al mundo y decirle que todo va a estar bien.
 
¿Y qué pasa con mi padre? ¿Por qué me cuesta tanto conectarme con él? ¿Por qué lo veo más como un monstruo?
 
¿Qué habrá sentido cuando se entero que iba a tener un hijo fruto de su acto de violencia contra su compañera? ¿Habrá sentido culpa? ¿Vergüenza? ¿Se habrá arrepentido? ¿También sintió amor apenas se enteró de mi existencia?
 
Hay un hermetismo con respecto a la vida de mi padre. Su familia te dice que tuvo una infancia y adolescencia feliz. Pero, a mi no me venden esa mentira. Él sufrió mucho toda su vida. No termino de entender por qué, cómo, en manos de quién. Lo único que sé es que mi padre no fue nunca un hombre feliz.
 
Ni siquiera cuando me vio a mi por primera vez. Detrás del vidrio de la sala de recién nacidos, pensó que yo era un bebe que estaba con signos de gravedad, todo lleno de cables y tubos.
 
Lo que escuchó de su madre fue “si así lo dispuso dios, hay que aceptarlo”. Y no, era obvio que él no lo estaba aceptando. Me imagino estar ahí ahora y sentir la necesidad que tenía de que todo sea perfecto para impresionar. Como si fuera un trofeo.
 
Se tranquilizó cuando le señalaron a su hija y vio que no corría con la “desgracia” del otro bebé. Aunque tampoco pudo disfrutar ese momento porque de su padre escucho la “feliz” frase: “ni para hacer un niño servís”.
 
Y ahí está, de seguro mi papá se pasó la vida tratando de impresionar a su padre. Y éste, en vez de reconocer a su hijo, se la pasando solo criticándolo. Pero mi abuelo tampoco era un hombre feliz.
 
En el mismo momento que le estaban presentando a su primera nieta, el tipo estaba más preocupado por si tenía un pito colgando como si eso fuera un verdadero trofeo.
 
¿Y mi abuela, la madre de mi padre? ¿La que aceptaba lo que dios le dispuso en su camino? Capaz sintió alivio o no, de que yo fuera, a simple vista, un bebe sano. Aunque el otro bebe le hubiera servido más para seguir en el papel de mártir, pobre de mí, mira lo que me hacen.
 
No dudo que hayan sentido amor por mi. Pero, lamentablemente, yo percibí más sus otras emociones. Las de desilusión, frustración, miedo, bronca.
 
¿Bronca? ¿Escribí bronca? ¿Por qué?
 
 
¡Claro! Ahora lo entiendo.
 
Mi papá tuvo bronca de que yo no haya sido niño y por no mandar a la mierda al machista de su padre, redireccionó su bronca a mí por ser niña. Y de seguro pasó lo mismo con mi hermana. Y ahora entiendo porqué no fue violento con mi hermano.
 
La frustración por sentirse menos lo hacía violento.  Por no haber podido estar a la altura de vaya a saber qué frente a su padre. Su padre era importante para él, por eso siguió la carrera militar, por ejemplo.
 
Pero aun así, también le debe haber generado bronca haber sido la sombra de su hermano, aquel que se animó a contrariar el mandato familiar y eligió una carrera diferente. Y encima, tuvo el tupé (es una forma de decir) de ser más “exitoso” (a los ojos de los demás).
 
Creo estar pudiendo desatar varios nudos de esta historia. Y me viene bárbaro. Porque sí, entendiendo al otro, poniendo en su lugar o imaginándose en esa situación, es como uno pude observar mejor y, de esa forma, perdonar.
 
¿No?
 
Ahora, lo que no entiendo es cómo y dónde entra el perdonarme a mi misma en todo esto.
 
 
—-
Foto de Darius Krause en Pexels
 
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