Ser buena persona (con otros)

Por miedo a parecerme a mi padre, no aprendí a enojarme sino a callarme y reprimir mis emociones.
Escrita el 25 de enero de 2018
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El miedo a enojarme y convertirme en él hizo que contenga mucha bronca y furia. Durante mucho tiempo pensé que sentir enojo era algo malo. Que no podía sentir esa emoción, que no era de persona buena enojarse. Porque él no era buena persona y él se enojaba mucho. Ahora quiero entender cuándo, o mejor dicho, cómo fue que mi cabeza pensó que tenía que ser buena persona cuando el otro se enojaba o para que el otro no se enojara. No sé. Pero en algún momento empecé a creer que tenía que ser buena con aquel que ejerciera violencia sobre mí.

Lo «bueno» es que es la bronca se junta. O por lo menos en mi caso. Se va sumando más y más, y cada día te cuesta más soportar la violencia que recibís. Porque sí, porque aprendiste a soportarla sin decir nada. Todos sabían muy bien lo que pasaba y nadie decía nada. ¿A quién ibas a decirle entonces? ¿Quién iba a ayudarte a terminar con ese infierno?

Y así hubo momentos en los que explotaste. En los que no aguantaste más y largaste todo lo que tenías contenido. Y el otro te miraba con cara de no entender nada. Porque seguro explotaste en algo que, a diferencia de todo lo que ya soportaste, es algo mínimo. ¿No?

Pero explotaste. Y a diferencia de lo que creías en ese momento, hoy sabemos que bueno. Como también lo es no contener, no soportar, no aguantar. No. Vos no sos un saco un bolsa de resiste. Y no, tampoco es malo no resistir. ¿Quién te dijo que sos fuerte por resistir violencia y agresiones todos los días? Es decir, sos fuerte pero no es necesario que te pongas en ese lugar o tener que pasar por esas situaciones para demostrar que lo sos. La fuerza que tenés es porque estás de pie después de todo lo que te pasó.

Y lo otro valiosos que aprendimos es que no tenemos que ser buenas con aquellos que nos maltrataron. No pasa nada si no sos buena con ciertas personas. No pasa nada si no sos buena con aquellos que te hicieron mucho daño. En verdad, sos buena porque sabés que podrías haber llevado todo a un nivel en el que tengan alguna condena.

Pero tratemos de desarmar esa creencia porque no quiero volver a manifestarla. Entiendo que creías que ser buena con aquella persona violenta era como un instinto de supervivencia. Creer que si sos buena, no te va a lastimar. No me estoy castigando por haberlo creído así. Tengo muy claro que era una nena y que nada de lo que pasó fue mi culpa. Y que lo que buscaba era una escapatoria. Así como cuando siete años miré con cariño el balcón. Era tanto el dolor que soportaba que ya era inaguantable. Y buscaba algo que frenara con tanta tortura.

Que quede claro eso. Que todos los momentos en los que fui buena con esas personas era por miedo, era por obligación. Sentí que tenía que hacerlo para mantener calmos a los lobos. Hasta que un día empecé a no sentirme cordero. Y si bien hice lo que pude en cada situación, por más que desde afuera no se entendiera o pareciera contradictorio, lo hice. Me fui liberando y me sigo liberando de a poco de tanta furia, tanta bronca, tanto dolor.

 

 

Ahora, qué injusto es pedirle a una persona a la que violentaron desde muy pequeña que no sienta bronca, que no sienta furia porque eso no está bien. ¿Por qué no cuestionaron a la persona violenta? Parece qué es más fácil siempre cuestionar y pedirle cosas a la víctima. Cansada me tienen. CANSADA.

Sí, ejercieron violencia física, mental y psicólogica en mí desde que tengo memoria (unos cinco años) y siento BRONCA, ENOJO, FURIA. ¿Sabés por qué? Y lo voy a poner en mayúscula porque es importante: PORQUE NO ME LO MERECÍA.

Y si bien en estos momentos estoy llorando al punto de no ver lo que escribo, y me angustio al punto de la congoja cada vez que recuerdo al hecho puntual que me trae mi memoria, también estoy descargando esas emociones que creía que era malo sentirlas.

Y qué bien que se siente. A pesar del momento de angustia, de llorar, de que duela mucho el pecho, de que se me cierre la garganta, de respirar con dificultad, de que los ojos se me hinchen y no me dejen ver, a pesar de todo eso que sucede en mi cuerpo cada vez que lloro, se siente bien.

Antes me esforzaba por esconder esas emociones e intentaba vivir como si nada hubiera pasado y esforzándome en sentir las emociones «buenas». ¿Llorar? No, yo no quiero llorar. ¿Enojarme? No, yo no quiero enojarme. ¿Gritar? No, yo no quiero gritar. Y así.

Ahora lloro, me enojo, grito, le pego a un almohadón para descargar y escribo. Todo eso para liberar emociones viejas que tengo guardadas y darle lugar a nuevas. Porque me lo merezco.

 

 

 

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Fuente de las imágenes: pixabay.com 

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