Z de Zonda

Hoy me levanté con ganas de terminar la última publicación de días de abecedario.  Hace unos días dejé mi notebook en la casa de mi mamá (en verdad era su pc que no usaba) porque al viaje en bicicleta vamos a llevar una sola. Armé un listado con todas las carpetas y subcarpetas que tenía […]
Escrita el 16 de octubre de 2014
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Hoy me levanté con ganas de terminar la última publicación de días de abecedario. 
Hace unos días dejé mi notebook en la casa de mi mamá (en verdad era su pc que no usaba) porque al viaje en bicicleta vamos a llevar una sola. Armé un listado con todas las carpetas y subcarpetas que tenía y me puse a pasarlas de la notebook a un disco externo y luego a la otra computadora. Luego, antes de formatear, controlé que el peso de las carpetas sea el mismo e incluso me puse a ver carpeta por carpeta. Todo estaba bien, hasta hoy. 
Yo tengo, o mejor dicho, creía tener, una carpeta llamada “Escribir me hace bien” con todos los archivos Word de lo que escribí en los últimos 10 años: lo que está publicado en este blog y los bocetos que esperaban al día que vuelva atrás para continuarlos.

Fuente: Pinterest
Hace más o menos un mes decidí que la palabra para la “Z” (zeta) sería “Zonda” en honor al viento de Mendoza y San Juan. 
En junio 2013 estuvimos en San Juan y en nuestra estadía pudimos conocer en vivo y en directo al viento Zonda. 
Esa mañana me levanté con mucho calor, pero no fue eso lo que me despertó sino sentirme dentro de una cuna. Cuando logré darme cuenta donde estaba, me levanté y miré por la ventana. ¿Qué sería capaz de mecer a un camión de 6 toneladas? 
Lo único que veía era tierra y basura volar de un lado a otro, hacerse un remolino y perderse entre más remolinos. Esa tierra seca, de color medio rojizo y esa basura que la gente no puede poner en sus bolsillos o en los tachos de basura. Aunque viendo la fuerza del aire presentí que mucha mugre estuvoa en su lugar pero el viento lo desacomodó. 
¿Será que el viento nos ayuda a sacar afuera toda la basura que uno guarda? 
Y me quedé minutos viendo por la ventana, hacia la cordillera luego hacia el camino. Llegó el momento de levantarse, Pioja y Pumba necesitaban bajar a hacer sus necesidades. 
Ni con los ojos entrecerrados a la mínima expresión pude evitar las lágrimas. 
Hacía mucho calor, demasiado para estar en invierno. El viento quemaba la piel. No dio tregua por horas y horas. ¿Íbamos a tener que quedarnos encerrados todo el día? Así fue. 
En fin, voy resumiendo porque la idea es contar cómo lo viví ese día y porque quiero escribir sobre el Zonda. 
Hoy fui a buscar la carpeta “escribir me hace bien” y no está. La busqué en todos lados, con el buscador de inicio de Windows, me fijé en el disco externo si quedó ahí. Nada. No hay señal de esa carpeta que contenía miles y miles de palabras escritas por mí distribuidas en cientos de archivos Word. 
¿Por qué? ¿Por qué no se copió esa única carpeta con los bocetos de mis últimos 10 años? 
Increíble pero no lo tomé mal. Hasta debo reconocer que sentí como una especie de liberación
Si, como si estuviera cansada de arrastrar esos últimos 10 años con bocetos de cosas pasadas que en algún momento quería revivir para darle un cierre. Ya veo que el mejor cierre que le podía dar era este. 

Fuente: Pinterest

Borrar el pasado pero no para ocultarlo, no para hacerlo desaparecer y hacer como si nunca existió. Estuvo ahí, si, lo sé. En su momento le di su lugar, su espacio, abrí un archivo, medité, reflexioné y escribí. La diferencia es que no lo publiqué porque no lo sentía como necesidad pero lo dejaba ahí por si algún día quería revivirlo. 
¡¿Revivirlo?!
¡¿Para qué?!
¡¿Con qué necesidad?!
¡¿En qué estaba pensando?! 
Pero el tiempo, la vida, el universo o lo que creas me mostró nuevamente una señal. 
Había elegido “zonda” como palabra para terminar esta dinámica creativa. Comencé a escribir pero por una situación u otra (la preparación de un viaje en bicicleta trae muchos miedos y dudas) no lo terminé de escribir. Sólo había comenzado a hacer un paralelismo sobre como siento que en mi vida cada tanto se aparece un viento zonda. 
No recuerdo bien las palabras. Era sólo una idea, pero hoy, luego de descubrir que por “arte de magia” se borraron todos los textos de mis últimos 10 años y de sentir que me liberé, que me saqué un peso de encima, puedo escribir mejor sobre esta sensación. 
¿Por qué existe un viento zonda en mi vida? 
De repente todo parece tranquilo y, de un momento para otro, un torbellino llega para desordenar(me). Saca afuera toda la basura que fui guardando, me hace sentir insegura, tengo que de alguna forma sacar fuerzas para mantenerme en pie y no salir volando. Los ojos se me llenan de lágrimas por más que no lo quiera. Esa basura, ese polvo, esa tierra que quise esconder o que no quise ver se presenta delante de mí, vaya donde vaya, no hay escapatoria. 
Me molesta, me incomoda. Todo sucede tan rápido y de golpe. No lo puedo controlar, por más que quiera o me prepare por meses, cuando ese momento aparece me desestabiliza. 
¿Eso es bueno? Si. Después de mucho tiempo me he dado cuenta que para estar en armonía, para estar estabilizada primero tiene que pasar un periodo completamente opuesto. 
¿Es lindo? No. En el momento que se vive es muy doloroso. Para uno y para los que están al lado. Sin querer uno lastima tanto. 
Fuente: Pinterest
El viento sopla, minutos, horas o hasta días enteros. Molesta a quien lo padece pero al mismo tiempo se agradece porque significa que habrá disponibilidad de agua después. ¿Y esto de qué sirve? En los lugares donde este fenómeno ocurre, zonas secas, significa bendición. Y en la vida misma también. ¿Por qué? Porque el agua limpia, por dentro y por fuera. El agua hidrata, vuelve de vida esas células que se marchitaron de tanto exteriorizar los sentimientos y emociones. 
Y como si las características de este viento no tuvieran demasiados puntos en común con mi vida (es parte de la vida, de la naturaleza) el calor que genera mientras baja de las montañas puede llegar a superar los 40 grados. Ese viento te quema la piel, te va lastimando, te quita lo superficial, te deja al descubierto. 
Al mismo tiempo que te pone en el aire todo eso que te desestabiliza y te muestra lo que no queres ver, sea por el motivo que sea, y también lo que nuevo que tenes que ver que de otra forma lo pasarías de alto, también te va limpiando la piel, ese acto de erosión es bueno. Son esos momentos en los que tu armadura se desintegra, te sentís desprotegido. 
Con el tiempo entendí que no estás indefenso sin la armadura de tu ego. No es el viento el que te desprotege, es tu ser que quiere ser libre. 
En San Juan hubo un día que entendí cómo es mi proceso de transformación. Que a pesar de pasarla mal en esos momentos, se debe a que mi ego quiere controlar absolutamente todo. Y no es así. Por empezar el ego no debería controlarme. Es un trabajo que lleva su tiempo. Los resultados no se ven de un día para otro, incluso estoy segura que se ven cuando menos los buscas (como los duendes). 
Esta dinámica creativa reafirma mi creencia de que escribir me hace bien, que escribir sobre lo que me pasó me hace bien pero que debo soltarlo, no guardarlo, no dejarlo ahí para re-vivir. Se vive en el momento, una vez que se aprendió, que se perdonó, que se curó, hay que seguir. Si no, se convierte en ancla que no deja avanzar y sólo queda esperar un fenómeno externo que nos haga reaccionar. Y si esto sucede, está bien por más que en el momento no lo podamos ver.
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Podes leer lo que escribí en el resto de las letras del abecedario ingresando en cada link.
Z de Zonda

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