M de Mañana

Mi mamá siempre me reclama que tuvo que cambiar su reloj biológico por mi. A ella le gustaba vivir más de noche que de día y yo, desde que nací, me gusta levantarme temprano. Amanecer en Bahía San Blas. Si, soy de esas personas denominadas “madrugadoras”. Me gusta madrugar. No es porque crea que Dios […]
Escrita el 28 de marzo de 2014
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Mi mamá siempre me reclama que tuvo que cambiar su reloj biológico por mi. A ella le gustaba vivir más de noche que de día y yo, desde que nací, me gusta levantarme temprano.

Amanecer en Bahía San Blas.

Si, soy de esas personas denominadas “madrugadoras”. Me gusta madrugar. No es porque crea que Dios me va a ayudar, no. Pero para mi la mañana es genial, bien temprano. Ir viendo como cambia el color del cielo, como aumenta la luminosidad, como se escuchan las aves despertarse también, el olor a rocío.


No sé si a todos les sucede pero yo me despierto antes de abrir los ojos. Es muy gracioso porque a veces se da una charla así:

– ¿Ya estoy despierta?
– Si
Gracias, gracias, gracias.

Y si esto te parece extraño, también tengo la capacidad de programar la hora a la que me quiero levantar sin poner un despertador. Si, así como lees. A la noche anterior me digo “mañana me quiero levantar a las 8 de la mañana” y muy seguro, cuando abra los ojos, voy a encontrar que funciono mejor que cualquier reloj Suizo.

Hacer “fiaca” en la cama para mi no es divertido, quiero levantarme y estirarme. Los brazos, bien arriba como para tocar el cielo. Siento que cada día me falta menos para alcanzarlo. Después las piernas y el torso. Antes de bajarme de la cama, estirar los pies hasta los dedos.

Pumba se asoma y empieza a mover la cola. La saludo, le doy varios besos en el cuello y le susurro “es temprano, seguí durmiendo”. Y ella ya sabe que tiene que volver a enrollarse entre las sabanas y descansar hasta la hora en que Pioja se levantará pidiendo por su comida. Acto seguido, Ale hará lo mismo.

Esa cara de no querer levantarse la cama pero sentir que tiene
que hacerlo para venir a saludarme. 100% amor puro.

Pero para eso falta, tengo un par de horas de mañana para mi.

Voy al baño, me sigo estirando, me lavo la cara, me cepillo los dientes, me peino. Salgo, agarro un vaso, lo lleno hasta la mitad con agua y le agrego un chorrito de jugo de limón. Lo tomo, se qué tengo que esperar por lo menos media hora para poder desayunar y aprovecho para vestirme, ordenar y a acomodar.

Pongo agua en la pava, enciendo la hornalla, pongo la pava sobre ésta. Agarro el mate, lo lleno un poco más de la mitad con yerba, tapo la boca del mate, lo muevo para quitar el polvo, acomodo la yerba para un lado y con un poco de agua tibia la mojo. Pongo la bombilla. Listo, ahora a esperar por el agua caliente. Agarro el termo, lo lleno, lo cierro y junto al mate, voy hasta la mesa.

Foto de Déborah Belén Cabello, una de mis maestra de macramé

Me siento, agarro mi libreta y veo las listas de otros días. Doy vuelta las hojas hasta encontrar una en blanco y empiezo a escribir la lista de hoy: mezcla de cosas para hacer y cosas que debí hacer y cosas que quiero hacer. A estas últimas les hago un asterisco mas grande y las pinto con el resaltador azul, mi color preferido.

Termino la lista tomando unos ricos mates y respiro. Miro para afuera y pienso: “¿Qué hago ahora?”. Hay días que leo, un libro, un blog, otros días que escribo para mi, para este blog, para el blog de viajes de Por las Rutas del Mundo. Otros termino alguna artesanía que quedó del día de ayer o empiezo una nueva que soñé. Todo depende de mi y de mis ganas.

La mañana es mi momento y mi lugar.

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