Momento de soledad

Me levanté temprano, como la mayoría de las veces. Soy de esas personas que no están enamoradas de la cama como para quedarse en ella un largo tiempo. No. ¿Será que la cama me representa ese espacio donde mis ojos empiezan a humedecerse con cara recuerdo que doloroso que regresa? Esos que te borran la sonrisa en un […]
Escrita el 10 de mayo de 2015
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Me levanté temprano, como la mayoría de las veces. Soy de esas personas que no están enamoradas de la cama como para quedarse en ella un largo tiempo. No. 

¿Será que la cama me representa ese espacio donde mis ojos empiezan a humedecerse con cara recuerdo que doloroso que regresa? 

Esos que te borran la sonrisa en un segundo. Esos que vienen con una fuerza tan imponente que te tumban y dejan tirada a un costado, mientras ves como desordenan esa biblioteca que tanto intentaste acomodar. 

¿Por qué vienen con tanta violencia? ¿No pueden presentarse y nada más? 

Tienen la fuerza de la bronca, de la ira, del rencor y resentimiento. Tienen la fuerza que vos les diste y que les seguís asignando. Vos sos la responsable de quitarles esa fuerza. El cómo es una pregunta que no debería buscar respuesta más que en la acción. 

Me levanté temprano con un propósito: estar sola o conmigo misma. Antes, buscaba despertar a todos para que me acompañen. Hacía hasta el más mínimo y ridículo ruido. 

Un día me quejé de no tener tiempo para realizar las cosas que me gustan y que quiero hacer, no solo las que tengo que hacer, y Ale me respondió “por qué no aprovechas a la mañana cuando madrugas”

A partir de ese día, abrir los ojos y ver que todavía no salió el sol tiene otro sentido. Cualquiera en mi lugar vería la situación como “otras dos horas para dormir”. Yo lo vivo como “dos horas para mí”

Y eso hice hoy. 

Mientras me iba bañando, pensaba en todo lo que quería hacer hace días. Ese momento de relajación sirve tanto para inspirarme. 

Me puse adelante del espejo y me miré fijo mientras me peinaba una cola de caballo bien alta. Agarré las tijeras y fui buscándole la posición. “Que así me va a quedar muy corto, que así es lo mismo que la nada” y corté. 

Lo que corté. ¿Serán 5 o 10 centímetros?


Antes tenía que pasar algo muy extremo para cortarme el pelo. Amaba mi pelo largo. Hoy solo amo mi pelo, no importa cómo esté. Aprovecho que tengo rulos, esos que durante mi adolescencia odié tanto, para cortarme el pelo y saber que si quedó un poco desparejo, no se va a notar. 

Me quedé mirando el pelo caído durante un rato y repasé las últimas veces que hice este ritual. 

La última vez fue en Mendoza y Mey hizo de peluquera. Nos reíamos porque me lo cortó el día anterior a que nos vayamos de su casa y al día siguiente fue cuando me descompuse. “¿Seré como Sansón?”. 

La anterior fue antes de salir a viajar en bicicleta, en septiembre de 2014, y el corte estuvo a mi cargo, de la misma manera que hoy. 

¿Sera solo casualidad que me corte el pelo antes de salir a viajar? 

Porque nunca lo programé así. Hoy se me vino a la cabeza y uní los últimos hechos. 

¿O será que necesito dejar peso, estar más liviana y personifico en el acto de cortarme el pelo, el soltar “cosas”, “personas” y/o “situaciones” que me pesan? 

Si esto es así, me gustaría ser más consciente y saber de qué me estoy liberando, como para festejarlo. 


A pocos días de comenzar un nuevo viaje. Otra vez en bicicleta. Todo lo previo es movilizante. Revisar lo que llevábamos, revisar lo que dejamos, revisar lo que necesitamos. Y entre todo eso, encontrar más de lo que uno creía o sabía. 

Es un buen momento para retomar mi escritura y poder escribir y trasladar mi revolución interior hacia fuera. Todo traducido en palabras. 

Me levanté temprano y aproveché mi momento de soledad, mi momento para estar conmigo, por más que duela y me den ganas de salir corriendo. Tengo que hacer las paces para poder salir adelante y estar bien. Yo sé que voy a poder y que no estoy sola, estoy conmigo y eso es lo más importante.


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