Veo Veo: Un viaje en tren

Sentada, mirando todo a mí alrededor, intento adivinar cuántos años tendrá el edificio. Techos altos, muy altos. Una paloma irrumpe en el vestíbulo. Muchos demostraron terror y yo sólo pensaba que quien debería tener miedo es el ave, no sabe de lo que es capaz nuestra especie. Tenía su nido en un rincón, no estaba […]
Escrita el 15 de abril de 2014
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Sentada, mirando todo a mí alrededor, intento adivinar cuántos años tendrá el edificio. Techos altos, muy altos. Una paloma irrumpe en el vestíbulo. Muchos demostraron terror y yo sólo pensaba que quien debería tener miedo es el ave, no sabe de lo que es capaz nuestra especie. Tenía su nido en un rincón, no estaba sola, vi un piquito asomando, seguro reclamando su comida.

– ¡Ochenta y siete! ¿Está el ochenta y siete?

Tardé en darme cuenta que ese era mi número. Me acerqué al mostrador con una sonrisa avergonzada. El empleado me demostró que no era su mejor día, o capaz es así porque era un día normal.

– Un pasaje a Mar del Plata, por favor.
– ¿Pasillo o ventanilla?

Lo miré fijo a los ojos y me imaginé cuál sería el mejor asiento: viendo por la ventana el paisaje o viendo las nucas de los demás pasajeros.

– Ventanilla, en lo posible, mitad del vagón.

Le di mi documento y tarjeta. No me importaba saber cuánto costaba. Estaba dispuesta a viajar a cualquier precio. Agarré mi ticket junto a la tarjeta y documento, le agradecí con una sonrisa y le deseé que termine bien el día, o por lo menos, sin esa cara. Agarré mi mochila y me dirigí al andén. Al salir de la sala de espera me crucé con una cara que se me hizo familiar. La miré, me miró, bajó la cabeza y siguió su camino, yo el mío. No tenía ganas de pensar e intentar recordar si la conocía y de dónde.

El andén ya estaba bastante repleto pero logré encontrar un lugar donde sentarme. Por suerte, sólo debía esperar cuarenta minutos hasta que salga el tren porque no eran muy cómodos los asientos. En ese tiempo miré todo. Jugaba a adivinar a dónde viajaría cada uno y a hacer qué. Había muchos que era obvio, si ya estabas en ojotas, pantalón corto, musculosa con la bikini debajo significa que llegarían y se tirarían al mar antes de hacer cualquier cosa.

Y jugando me topé de nuevo con esa cara familiar pero alguien se llevó por delante mis pies y me distraje, cuando volví a buscarla ya no estaba. Seguí jugando, intentaba leer los títulos de las revistas que estaban en el kiosco a 10 metros de distancia. Cuando llegó el tren me acerqué para saber a cuántos había acertado.

No es por nada, pero tenía un boleto con un número de asiento a mi nombre, no me iba a matar por subir primera, asi qué dejé que todos asciendan y luego lo hice yo. Caminé todo el pasillo deseando que nadie se haya querido adueñar de mi asiento, no tenía fuerzas para discutir. Y por suerte los de arriba me escucharon porque estaba vacío.

Me senté, me acomodé y miré para todos lados, tenía que conocer los rostros de las personas que compartían ese viaje conmigo. Me puse los auriculares y le di play al reproductor de música.

“¡¿Justo tiene que ser este tema?!” se escuchó en mi mente y las lágrimas comenzaron a brotar. Es que no estaba viajando por placer, ni para relajarme o para visitar parientes lejanos.

Todo explotó aquél día en que Ulises estaba distraído, yo le hablaba de lo bien que me había ido en mi trabajo y el sólo miraba el televisor. Me enojé, le grité y le dije que se fuera. Y el no se movía, seguía quieto. Entonces agarré mi cartera y me fui yo. ¿A dónde? A un bar que había a unas cuadras del departamento.

Me senté y pedí una pinta de cerveza con maní. ¿Por qué me enojé así? Es que no era la primera vez, hacía un par de meses que con Ulises nos desencontrábamos. Había días que ni siquiera el beso de buenas noches nos dábamos. No entendía por qué él no podía apoyarme en mi crecimiento profesional.

Se sentó un muchacho al lado mío y me empezó a hablar. Antes de que saquen conclusiones apresuradas les digo que no, no pasó nada. Sólo hablamos y le conté por qué estaba sola esa noche tomando mi tercer vaso de cerveza. El se limitó a decirme “el amor transmuto, no hay mucho por hacer”. No entendí que quería decirme, terminé lo que quedaba en mi vaso, pagué y me fui.

Caminé ensayando lo que le iba a decir a Ulises para que me perdone y nos podamos sentar a hablar tranquilos sobre lo que está pasando con nuestra relación. Llegué y no estaba, seguro él también se fue a tomar algo y reflexionar, pensé. Tomé un baño para relajarme y seguir buscando las palabras adecuadas. Me vestí y fui hasta la cocina, ninguno de los dos había cenado así que iba a buscar qué preparar rápido y esperarlo.

Pasé por la mesa del comedor y encontré lo que sería una carta de despedida debajo del florero vacío. Agarré el papel y me senté en el sofá. Leí rápido, no podía ser. Volví a leer el final: “Se terminó, me fui a mi lugar en el mundo para volver a empezar”. ¿Cómo que se terminó? ¿De qué está hablando? Lloré, lloré mucho hasta quedarme dormida.

A la mañana siguiente me levanté y llamé al trabajo para decir que no estaba en condiciones de ir a trabajar. Me lavé la cara y volví al sillón. Miraba todo buscando otra carta que me diga que todo era producto de una broma de mal gusto. ¿Por qué se fue? ¿Por qué terminó sin que habláramos? ¿A dónde fue? Y en ese momento creí entender todo. Se fue a Mar del Plata, lugar donde nació y donde nos conocimos, y quiere que vaya para que hablemos y volvamos a empezar.

No dudé, me vestí, agarré mi mochila, un poco de ropa, dinero, tarjetas y documentos y salí del departamento. Llamé al ascensor, abrí la puerta del edificio y me tomé el primer taxi que pasó por la calle. En verdad el segundo, el primero se lo tomo una vecina que había salido antes que yo.

– Llegamos a Mar del Plata

El volumen del parlante seguro dejó sordo a más de uno. El tren estaba ingresando a la estación y lo ví, ví a Ulises en el andén, parado esperándome. Esto es amor puro, estamos tan conectados que él sabía que vendría por nuestro amor.

Rápido me levanté y me dirigí a la salida. Mientras caminaba vi a la cara familiar en el otro vagón también con mucha ansiedad por bajar. Le busqué la mirada como para saludarla y saber si para ella, yo también le parecía conocida, pero me seguía esquivando. No me importaba, sólo quería bajar a buscar a Ulises.
Una señora con tres niños se puso en mi camino y no me dejaba avanzar. Veía como el me buscaba con una enorme sonrisa dentro de los vagones.

“¡Acá estoy, amor!”

Eso le hubiera gritado si no fuera porque vi como se abrazaba y besaba con aquella mujer de rostro conocido. Me los quedé mirando. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Dónde? Y ¿Quién es? Mi mente apretó el botón de rebobinar. Esa mujer era la vecina, la que se tomo el primer taxi, la que me crucé en la sala de espera. Volví a mi asiento y esperé a que todos bajen. Volvería a hacer el mismo recorrido en tren. ¿Qué otra opción tenía? El amor había transmutado, no había mucho por hacer. 

Las imágenes las tomé de Google

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Este es uno de los primeros relatos de ficción que escribo. Toda esta historia nació en mi mente cuando leí que había que escribir sobre “un viaje en tren” y al mismo tiempo participaba de un juego de escribidores, se trata de un grupo de personas en el cual cada una recibía una frase secreta y, según el orden que le tocara, debían armar entre todos un cuento sin darse a conocer las demás frases que estaban en el texto dándole sentido. Ya contaré más al respecto, todavía no terminó el juego y no se pueden publicar las frases y cuentos.

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¿Qué es Veo Veo? Es, ante todo, un juego, una excusa para conocer lugares de la mano de otros viajeros, contarnos historias, viajar aunque no tengamos la oportunidad de hacerlo, encontrarnos. Se realiza una vez al mes y las temáticas se eligen en el grupo Veo veo en Facebook, y por medio del hashtag #VeoVeo en Twitter y otras redes sociales. ¿Querés jugar? ¡Veo veo! ¿Qué ves?

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1 Comentario
  1. Virginia Sanz

    Juan Manuel Lere
    Hace 2 meses. – Se compartió públicamente.

    El "amor había trasmutado" Uf, me encantó!!! 🙂
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    Virginia Sanz
    Hace 2 meses.
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    Una frase muy… por un lado puede ser triste y por el contrario ser un punto para volver a construir una relación. Las personas cambiamos, las relaciones cambian… ¿no?

    Juan Manuel Lere
    Hace 2 meses.

    Tal cuál, tiene la dirección con que la leamos o mejor aun, como la sintamos!!!

    Ana Astri-OReilly
    Hace 2 meses. – Se compartió públicamente.

    Buenisimo. Te juro que pené que era real hasta que llegaste a Mardel! jaja!
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    Virginia Sanz
    Hace 2 meses.

    ¡Qué bueno! Esa era la idea 🙂 ¡Gracias por leerme!

    Juan Eduardo Varga
    Hace 2 meses. – Se compartió públicamente.

    Excelente relato de ficción!!! Esperaba algo de ciencia ficción pero no. Es de ficción (ahora me cayó la ficha) jajaja…
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    Virginia Sanz
    Hace 2 meses.

    Gracias Juan!! Me encanta que te haya gustado! 🙂

    Juan Manuel Lere a través de Google+
    Hace 2 meses. – Se compartió públicamente.

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    Diana Garcés
    Hace 2 meses. – Se compartió públicamente.

    Estaba tan metida en el cuento que también pensé que era algo real, no que era ficción… Muy buen escrito, me ha encantado… Además esa frase de "El amor había transmutado" que bonito y triste al mismo tiempo 🙂
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    Virginia Sanz
    Hace 2 meses.

    ¡Esa era la idea! No quise contar que era ficción antes de mostrar el texto para ver si había podido transmitir en una ficción lo mismo que si escribiera algo que me sucedió realmente.
    Y la frase es lo unico real de la historia…
    ¡Gracias por leerme! 🙂

    Diana Garcés
    Hace 2 meses.

    🙂

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