Hoy celebro cumplir 39 años.
Y estoy orgullosa de mí por poder escribir “celebro”.
Un mes antes de cumplir 15 años me enteré de una forma traumática de que soy una hija no deseada. Ese día sentí que se terminó de romper mi corazón. Si ya me costaba tener ganas de vivir con toda la violencia que sufría a diario, la frase de mi padre terminó de hundirme en un profundo lago de lodo.
Desde ese día sentí que no había nada, ningún motivo para festejar mi cumpleaños. ¿Qué iba a festejar? ¿La niñez que tuve? ¿La falta de amor? ¿La falta de compasión? ¿La falta de esperanza? ¿Iba a festejar haber venido al mundo a sufrir las peores crueldades que existen en este mundo?
Durante años, cada vez que mis amistades me alentaban a hacer una gran fiesta por mi cumpleaños, a mi me costaba poder expresar lo que verdaderamente sentía. Me costaba conectar “felicidad” con la fecha en la que nací. Todo lo relacionado a mí, a mi identidad, a lo que representaba, sobre todo mi pasado, se me volvía muy pesado de cargar. Y expresarlo me hacía ver como una «aguafiestas». Entonces cedía ante mis deseos y festejaba el cumpleaños que los demás querían.
Los ataques de pánico que tuve en diciembre 2011 me ayudaron a reaccionar. No estaba haciendo bien las cosas porque yo no estaba bien. No era coherente conmigo misma. No era coherente entre lo que sentía, pensaba, hacía y decía. Y lo más grave, en verdad no sabía bien quién era. Crecí complaciendo a todas las personas a mi alrededor. Fui tantas personas como necesitaba para agradar a cualquier precio. O al precio más costoso: abandonarme.
La primera pregunta que me hice fue: ¿Qué quiero para mi vida? ¿Cómo puedo estar bien?
Así comencé un proceso de reconstruir de mi historia para conocerme, entenderme y descubrir cómo sentirme bien conmigo misma y la vida, a pesar de lo que viví. Que no existe el “olvidarse de tu pasado” y que es peor el hacer de cuenta que no existió. ¿Pero qué puedo hacer entonces para que no me duela, para que no me pese? Y ahí apareció esta palabra que uso mucho: resignificación.
Resignificar es encontrar y darle nuevos significados y perspectivas a esas experiencias dolorosas y traumáticas. Es un proceso de revisión y reflexión en el que se busca comprender profundamente el pasado y cómo esas experiencias influyeron en tu vida.
Resignificar no significa borrar o negar lo que ha sucedido, sino más bien encontrar un sentido diferente y constructivo a esos recuerdos. Resignificar es poder volver a conectarse con una misma, con tu propia identidad, separada de la influencia de esos hechos traumáticos.
Encontrarle un nuevo significado a mi vida me ayudó a reconocerme fuerte y a sentir que tengo control de mi vida, en vez de sentirme definida por mi pasado.
Hoy celebro cumplir 39 años. Celebro haber podido cambiar el significado de “festejar haber nacido”.
En vez de maldecir por haber nacido y sufrido todo lo que sufrí, celebro todo lo que logré hasta ahora.
Celebro poder festejar mi cumpleaños practicando el amor propio y autocuidado, darme tiempo para hacer cosas que me hacen sentir bien.
Celebro reconectar con mi niñez, jugando con mis ladrillitos, escuchando música, viendo alguna película de Disney o comiendo la comida que más me gusta desde que soy una nena (sandwichitos y helado).
Celebro tener una mejor relación conmigo misma. Celebro seguir apostando a la terapia, al autoconocimiento, a la construcción de relaciones saludables. Celebro cada día que me levanto con ganas de vivir y de sentirme bien.
Celebro cada día levantarme y escribir, hacer catarsis, reflexionar, reír y llorar, todo en 15 minutos.
Celebro poder reflexionar sobre mi crecimiento personal y emocional desde mi último cumpleaños.
Celebro seguir animando por más miedo que tenga.
Celebro todos los proyectos que tengo (los que están creciendo y los que todavía no nacieron).
Celebro estar rodeada de personas que me impulsan. Que me quieren ver bien. Que me escuchan, que me abrazan, que me alientan.
Celebro escribir una lista de deseos personales para el próximo año.
Celebro cumplir 39 años y poder mirar a los ojos a la Vir de 9 años, a la de 12, a la de 17, a la de 27, a la de 33 años y decirles GRACIAS. Gracias por no haber bajado los brazos. Gracias por haber tenido siempre alguna mínima esperanza de que en algún momento íbamos a sentirnos bien.
Celebro poder considerar el día en que nací como un nuevo comienzo.
Celebro poder estar viviendo y escribiendo la vida que quiero contar.
Hola, número 39, me gustan más los números pares pero te celebro igual.
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