¿Por qué tengo este monstruo que me persigue? ¿Por qué no puedo vivir sin tener que estar atenta a que no me sorprenda y me arrestre de nuevo?
¿Por qué deje crear un infierno en mi vida? ¿Por qué no puedo simplemente dejar atrás y vivir como pienso y quiero vivir?
¿Por qué hay veces que me hacen sentir que no me merezco ser feliz y que siempre habrá algo para entorpecer mi camino hacia estar bien, ser feliz?
Lloro. Lloro de impotencia, de bronca.
Grito. La voz sale a toda velocidad de mi garganta y con una fuerza que me duele.
¡Dejame ser feliz!
¿A quién se lo digo?
¿A mi? ¿A él? ¿A ella?
Me ahogo en un mar de lágrimas y mi enemigo empieza su juego.
Lo veo sentado, riéndose y recordandome su advertencia de que no sería fácil transitar el camino que elegí.
A veces hasta pienso que hubiera pasado si me hubiera quedado en el ambiente de los ansiolíticos y antidepresivos más una o dos secciones de terapia por semana.
A veces maldigo haber creído que el mejor camino que podía optar, era el de buscar lo que me aleje de la depresión, ansiedad y angustia.
¿Hice bien?
Lloro y miro para todos lados.
No para. No para de hablar y decirme cosas horribles. Y lo más triste de toda la escena es saber que soy yo misma mi enemigo, mi monstruo.
Quiero cambiar. ¿Cómo lo hago?
No quiero tener miedo de llorar ni de escuchar lo que mi mente o mi corazón tienen para decirme cuando las cosas no resultan cómo hubiera querido o esperado.
Quiero disfrutar de vivir con todo lo que eso significa. Con las cosas buenas y con lo otro.
¿Tendré que aprender a vivir con esa parte de mi que no me gusta en vez de cambiarla, o peor, intentar enterrarla?
¿Tengo que aceptarla? ¿Aceptar mi yo depresivo, mi yo con ataques de ansiedad?
¿Dejo, entonces, de luchar por querer borrar eso de mi yo, de mi ser y empiezo a amigarme y buscar la forma de controlarlo (o controlarme)?
Se lo que quiero. Pero no se manejar o cómo actuar frente a lo que no quiero.
¿Es posible curar la depresión? ¿Cuál es la receta?
¿Por qué cuando estoy tan bien, tan contenta, al primer desencuentro aparecen los monstruos a torturarme? ¿No puedo cambiarlo o a todos les pasa pero pocos lo confiesan?
Lloro. Es una de las formas que tengo de descomprimir mi alma.
Lloro. Y maldigo, puteo. ¿Por qué mierda creo que los demás viven en un mundo de color rosa al que se me es prohibida la entrada? ¿Por qué siento que se me castiga cuando las cosas no resultan cómo hubiera querido o esperado?
¡La puta madre a todos los patrones que aprendí o a los que llevo geneticamente o como sea que es!
Respiro hondo. Quito de mi mente el miedo a un infarto y recuerdo que el corazón me late a mil para demostrarme que estoy viva.
También hago a un lado los temores a la muerte. ¿Para que preocuparse por algo que va a suceder de todas formas?
Respiro hondo. Me focalizo en cambiar, en no dejar entrar a esos tres monstruos a mi mente.
Recito algún mantra. Imaginariamente pongo play a algún tema que me distraiga.
Respiro hondo.
Poco a poco los veo retroceder.
Soy fuerte. Tengo en claro que no voy a permitirles entrar y apoderarse de mi vida.
Ya no pierdo fuerzas y maldecir el por qué se presentan a darme guerra en los peores momentos. Lucho, después reflexiono y me escribo.
Miro hacia adentro y me sonríen. Te das cuenta que lo que creías enemigos, son ahora tus amigos y pelearon junto a vos. No estas sola, me transmiten como por telepatía.
Y otra vez, vuelvo a mi trabajo de hacer de mi vida, lo que me haga bien, lo que me haga aprender y crecer.
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