Este texto es la continuación del primer ejercicio que hice en una serie de preguntas “diferentes” para conocerme a mí misma desde otras perspectivas.
El primer día la consigna fue: Encontraste una varita mágica, ¿cuáles serían las primeras cinco cosas que harías con ella?
Y lo primero que puse fue:
Me encuentro una varita mágica y tengo que elegir las primeras cinco cosas que haría con ella. Como se nota que leí Harry Potter, ¿no? Lo que tengo muy seguro es que haría cosas del bien, siempre. Cuando leo una consigna mi mente se pone automáticamente a trabajar. Voy a ser sincera, a pesar de que me duela y no esté de acuerdo con ese primer pensamiento, pero lo primero que haría sería volverme flaca. O sea, dejar de ser gorda.
Quería algo más profundo a la hora de escribir y desarrollar esta primera consigna. Pero así es mi batalla interior. Quiero ir más allá y resignificar mi pasado y parece que no lo logro. Lo primero que haría con una varita mágica sería un hechizo para ser flaca, dejar de ser gorda. Quizás estás pensando en lo superficial que se escucha esto. Yo lo vivo con mucho dolor. Porque imaginate lo cruel que fueron conmigo por no tener un cuerpo hegemónico que lo primero que haría con una varita mágica sería dejar de ser gorda.
Estos son los momentos en los que me gustaría ir a abrazar esa nena que está sola en el rincón.
Y este es el texto que continuaba pero que decidí cortarlo y agregarlo acá para desarrollar sin cortar con la consigna del ejercicio:
Ahora… ¿qué es lo que creo que hay en el mundo de una persona flaca? ¿Qué es lo que voy a poder hacer que ahora no puedo?
¿Me voy a convertir en mejor persona?
¿Voy a ser más inteligente?
¿Voy a ganar más dinero por trabajar menos?
¿Voy a… no sé… NO SÉ.
Voy a ser feliz. Pero por qué. ¿Por qué la felicidad está detrás de un cuerpo hegemónico? Sí, ya sé que es todo el sistema está complotado para darnos ese mensaje. ¿Tendrá que ver con eso? ¿Con la necesidad de ser aceptada? ¿Con la necesidad de ser reconocida? Porque siendo o estando gorda (ya trabajaré en ese tema) solo recibí comentarios sobre mi cuerpo y lo mal que estaba haciendo y lo mal que estaba siendo.
Terminé el secundario con un promedio de 8,61 sobre 10. Si estás pensando que fue porque soy nerd, un poco de razón tenés pero más que nada fue por miedo. Si mis notas no era un 10 o 9, había castigo físico, verbal y psicológico. Pero más allá de esto, que también es grave y habla mucho de mi personalidad, no recibí ninguna felicitación sobre mi recibimiento o rendimiento que no tuviera un comentario sobre mi panza, sobre mi cuerpo, sobre mis actitudes.
- “Muy bien, te felicito. Ahora a ponerse a trabajar para bajar esa panza que te queda mal.”
- “Felicitaciones por terminar el secundario con un promedio alto. Ojalá tuvieras esa constancia con la comida y el ejercicio físico.”
- “Si sos buena en el estudio es porque tenés potencial para lograr bajar esos kilitos que tenés de más.”
Y así fue cuando terminé el CBC. Cuando ingresé a la Universidad. Cuando aprobé las primeras materias de la carrera. Cuando conseguí trabajo formal. Cuando me mudé sola. Cuando empecé a convivir con mi pareja. Cuando decidí dejar la carrera porque no tenía tiempo. Cuando terminé una carrera terciaria de Relaciones Públicas y Organización de Eventos.
Siempre estuvo el factor “gorda”. Como que nunca pude ser yo por ser gorda. Como que nunca pude festejar nada de lo que fui logrando, porque tenía kilos de más. Eso es. Nunca pude festejar. Nunca pude destacar mis logros sin pensar en mi panza. Y toda la culpa de las cosas que no me salen o que no puedo hacer o que no puedo terminar, son todas culpa de mis kilos de más y de la forma de mi cuerpo. Y del metabolismo de mi cuerpo también.
Parece ser que tengo asumido que si soy gorda, no habrá nada bueno que pueda hacer. No habrá nada que haga que pueda estar bueno. Que mientras sea o esté gorda, nada será bueno. Y no va por la salud. No, recién hace unos meses empecé a darle prioridad a la salud.
Si yo soy consciente de todo esto… ¿Por qué el primer deseo o hechizo que haría cuando me encuentre una varita mágica es dejar de ser gorda? ¿Por qué mejor no pido resignificar mi pasado y tener autoestima y que no me valore por los kilos y forma de mi cuerpo? Digo, así creiría y estaría segura que hoy mismo me merezco que me pasen cosas buenas y que puedo hacer todo lo que me proponga y festejar mis logros, mis cambios, mis ideas.
Igual no sé si quiero que sea un hechizo el que haga eso. A pesar de que sea un camino bastante doloroso y difícil, muy cruel y lleno de angustia, a pesar de todo eso, lo prefiero. Porque nada me dice que el deseo de la varita mágica sea para siempre. Y porque nadie me asegura que teniendo un cuerpo hegemónico voy a ser feliz. Porque los recuerdos van a estar igual. Porque la violencia y abuso que ejercieron sobre mí, ahí van a estar también. Así que no, prefiero seguir por este camino en donde pueda darle otro significado a lo que aprendí.
Y porque, aparte, me gustaría que todas las personas que pasaron por situaciones parecidas puedan resignificar sus pasados y me encantaría que ninguna persona más tenga que pasar por lo que pasé.
La verdad es que no se si hubo alguien de mi familia tan sorete como para decirme explícitamente “mientras seas gorda no vas a lograr nada” o algo por el estilo. Pero es lo que siento desde que tengo 12 años.
Casi pierdo un brazo teniendo 12 años. Perdí la posibilidad de continuar con el entrenamiento en los deportes que hacía desde los 6 años como natación, hockey, gimnasia artística y patín. Y PARA ELLOS LO ÚNICO IMPORTANTE ES QUE YO ESTABA ENGORDANDO.
Escribo y escribo sobre el tema y siento que no avanzo. Que no progreso. Que estoy siempre en el mismo lugar. Pero seguramente es mi yo negativa porque yo no me siento así. Cada día avanzo un poco más. Ojalá tenga el tiempo para vivir al menos un día sintiéndome bien conmigo misma.
No se puede ser más sorete. Y de verdad que estoy muy enojada. Creo que recién ahora, 23 años después, pasé a la fase de enojo. Que no es la etapa más fácil. No nos confundamos. Lo más difícil es desaprender todo lo que me dijeron, todo lo que me hicieron sentir. Lograron que me odie con todas mis fuerzas. Que odie mi cuerpo. Que odie mi vida. Porque no había nada que yo pudiera hacer para hacer las cosas bien que no sea ser flaca.
Y en la época que fui flaca, me felicitaban. Me felicitaban por pasarme días comiendo una sola manzana verde y tomando litros de agua. Me felicitaban y sabían que si me obligaban a comer un poquito de más, lo vomitaba. Me felicitaban y sabían que fumaba un cigarrillo tras otro con el objetivo de llenar mi panza de humo y que el hambre no me duela.
Enfermos de mierda. Eso es lo que son. No entiendo cómo les sorprende que ahora todo ese odio que inocularon en mí, les esté volviendo. Cómo realmente piensan que estoy loca en vez de reflexionar sobre todo el mal que hicieron.
Ahora pienso… ¡Qué difícil es desarrollar la autoestima en un mundo tan hostil! Porque me alejé de las persona que me hicieron mal en su momento pero me bombardea el sistema con ideas, imágenes, textos que hacen que sienta que no estoy porque no tengo el cuerpo que debería tener. QUE DEBERÍA TENER. Y ojalá pueda transmitir la cara de orto que tengo en este momento.
¿Cuánto tiempo tardaré en desaprender, en deconstruir? ¿Cuánto tiempo me llevará reconstruir mi autoestima? Y la parte más difícil… ¿Cómo se hace? ¿Cómo se hace en un mundo que te señala todo el tiempo? ¿Cómo hago para no me importe lo que digan las demás personas? ¿O para qué no me importen las opiniones que están grabadas en mi memoria y que me dijeron durante años? Sobre todo los años donde mi personalidad se estaba formando.
Mayo 2021
Un texto muy duro. Me cuesta leerlo y no llorar porque en cada palabra está todo ese dolor que sufrí por años y que aún que sigo enfrentando. Si pasaste por lo mismo, si odias tu cuerpo, quiero que sepas que no estás sola. Y que es posible cambiar la forma en que la que nos miramos, nos tratamos, nos pensamos. No pases por ese sufrimiento sola y lo mejor es que pidas ayuda a una persona profesional de la salud mental.
Foto de Maria Orlova en Pexels | Foto de Irina Iriser en Pexels
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