Heridas de la niñez

¿Sabías que lo que vivimos y aprendemos en la niñez determina la forma de pensar, sentir y actuar en la vida? Y cuando vivimos violencia, humillación, abuso esas experiencias se convierte en heridas de la niñez.
Escrita el 29 de agosto de 2022

Esta publicación es parte del episodio de mi podcast Página 56: Heridas y cicatrices de la niñez.

En una de las ramas de la psicología se habla de lo que se conoce como las heridas de la infancia, de la niñez. Las heridas de la niñez son producidas por esas situaciones dolorosas o carencias que no fueron cubiertas.

¿Por que es importante identificar si tenemos heridas de la niñez?

Porque lo que aprendimos en la niñez es algo que nos va a marcar y acompañar durante nuestra vida. ¿Esto quiere decir que estamos como destinados a ser o vivir y sentir de una forma de acuerdo a las heridas de la niñez? No, porque justamente, ya siendo adulta o adulto, podemos identificar esas heridas y trabajarlas.

Porque lo que aprendes en la niñez, esas herramientas que aprendes en la niñez, son aquellas que luego te ayudarán a crecer y construir tu propia vida. Y cuando no tenés esas herramientas, se hace cuesta arriba. En mi caso porque creía, por ejemplo, que yo no podía hacer nada para estar bien. Que ya estaba predestinada a que me pasen cosas horribles y que la vida era una mierda que siempre iba a provocarme dolor vivir.

Aunque también había momentos o situaciones que me hacían creer que podía estar bien. De hecho, desde los 15 o 16 años, cuando empecé a trabajar haciendo mandados en la administración de consorcios, de edificios, me di cuenta que no necesitaba pedirle dinero a mis padres para comprarme cosas y esa fue una de las primeras veces que senti libertad. Y aprendiendo mas sobre el mundo de los adultos, mi meta cuando tenia 16 años era juntar la mayor cantidad de dinero posible para que en cuanto pueda, me fuera a vivir sola. O sea, pueda escapar y liberarme de los ambientes violentos y tóxicos que me ofrecían mis padres. Que lo logré, con 20 años de edad pero claro, logré independencia económica y financiera pero no la libertad de todas esas heridas que todavía tenia. Y eso fue muy fuerte para mi porque lo primero que pensé fue, con todo el esfuerzo que hice para no tener que depender de ellos, para tener un hogar en el cual no haya violencia todos los días, no haya gritos, no haya insultos, donde pudiera estar tranquila sabiendo que no iba a suceder que entre mi padre por la puerta y pueda lastimarme, eso que había soñado durante muchos años, no me ofrecía lo que yo esperaba y era no sentir dolor por las heridas que tenia. Pensé que las heridas de la niñez se iban a sanar cuando ya no tenga que tener relación con mis padres. Y no, ahí estaban las heridas para hacerme doler.

Y es importante identificar las heridas de la niñez, observarlas y ver como impactan en la manera en que vemos y transitamos por la vida.

Las 5 heridas de la niñez

En general se habla de 5 heridas de la niñez que se pueden generar de dos manera: o una situación super dolorosa y traumática o varias situaciones menores, por así decirlo, y que sean repetidas en el tiempo. Y la otra característica es que estas heridas no las provocan cualquier persona sino personas que eran o son significativas en nuestra vida de niña o niño.

Herida del abandono

La herida del abandono, es decir, que sufrimos algún tipo de abandono o tuviste algún o ambos padres ausentes. Y en este caso yo interpreto que no es solo padres ausentes que no estuvieron físicamente sino también aquellos que no cumplieron con sus roles de padre y/o madre. Esta herida genera que tengas miedo a estar sola o solo y esto puede provocar codependencia de las personas con las que nos relacionamos cuando somos adultas, adultos.

Herida del rechazo

La herida del rechazo se provoca cuando somos niña o niño y sentimos que las personas que nos rodean no nos aceptan por completo y nos hacen sentir insuficientes. Esto genera que después estemos corriendo detrás de la aprobación de las personas y validación de las mismas.

Esta herida nos hará buscar la perfección y queriendo ser reconocidas constantemente por las demás persona. Te sentís incluso rechazada en tu interior. Rechazás tus pensamientos, tus emociones y la primera reacción que vas a tener de adulta cuando tenés la herida de rechazo es la de huir. Porque duele tanto sentirte rechazada que, aunque no te estén rechazando, vos sentís que sí. O sentís que te van a rechazar en cualquier momento, entonces antes de que te lastimen, te vas, huís de la situación o la relación. Y se vive una ambivalencia porque cuando te eligen, no lo crees y te rechazás a vos misma e incluso, hasta llegas a sabotear la situación y cuando no sos elegida, te sentís rechazada por las demás personas.

La herida del rechazo se sana prestando atención a la autoestima, comenzando a valorarse y reconocerse por si misma sin necesitar la aprobación de los demás.

La herida de la humillación

La herida de la humillación se genera cuando recibimos criticas todo el tiempo y sentimos que desaprueban nuestra forma de ser. Esto afecta la autoestima, todas las heridas de la niñez afectan la autoestima, pero en este caso, esta herida generara una actitud de querer complacer a todas las personas creyendo que de esa forma nos ganamos el cariño de las personas.

La herida de la traición

La cuarta herida es la de la traición y se origina cuando sentimos que se rompió la confianza porque no cumplieron con su palabra. Es el día de hoy que me cuesta confiar en las personas, porque desde niña escuche tanto el «te amo, no voy a dejar que nada malo te pase» y fueron esas mismas personas que por acción u omisión dejaron que me violentaran, me humillaran, me insultaran. Mismo mi padre, después de alguna golpiza en la que el creía que se le había ido la mano, me decía que no lo iba a hacer más y esa frase solo duraba horas o dos o tres días como mucho. Entonces de adulta vivís desconfiando e incluso aislándote porque crees que así te proteges. Sino tengo relación con nadie, nadie podrá lastimarme. Bueno no, no es así.

La herida de la injusticia

Y la última herida es la de la injusticia, que es cuando creces en un ambiente frio y autoritario en el que se nos reconocía por nuestros logros. Esto te puede llevar a vivir y querer controlarlo todo y a estar persiguiendo un logro tras otro sin disfrutar de los avances ni los logros que vas teniendo.

¿Qué tenemos que hacer para que esas heridas de la niñez no definan nuestra vida?

Dejar de esconderlas y aceptarlas como parte de nuestra historia. Y esto no es una tarea sencilla y lo mas importante es que te permitas sentir todas las emociones. Sí, todas las emociones incluso aquellas que creemos que no deberíamos sentir. Además de permitirte sentir todas las emociones, lo otro más importante es que seas compasiva con vos misma, que te trates bien, que te trates con paciencia, tolerancia, con amor.

Entender que la forma en la que vemos el mundo y cómo reaccionamos frente a lo que nos sucede está dado por lo que aprendimos en la niñez. Entender esto ayuda a justamente ser compasiva y empática. Entonces, una vez que das los primeros pasos y reconoces las heridas, ya podés buscar la forma de sanar esa herida o esas heridas.

Y acá es muy importante el espacio de autoconocimiento y conversacion con una misma. Registrar lo que sentimos, lo que pensamos, lo que creemos. Y para mi en este punto la escritura es una herramienta clave y super poderosa. Porque incluso, por más que reconozcas que tenés heridas de la niñez y que empieces terapia para poder trabajarlas y sanarlas, hasta que entrés en confianza con la terapeuta y demás, puede llevar un tiempo. Sobre todo porque por lo general vas una vez por semana y 45 minutos. Pero si en el proceso terapéutico, además de ese espacio semanal de 45 minutos, le agregás espacios íntimos e internos de reflexión, a través de la escritura de lo que sentís, lo que pensás, lo que te acordaste, vas a poder conocerte a vos misma e ir sanando esas heridas..

Entonces el primer paso para sanar las heridas de la niñez es reconocerlas. Aceptarlas como parte de una misma y liberar todas las emociones que están atrapadas en esas heridas. Negar la presencia del dolor y sufrimiento es lo contrario a querer sanarlas. Y negar las emociones tampoco es parte de esto de sanar. Porque sanar no es como muchas personas “espirituales” o “seres de luz” o “seres evolucionados” nos hacen creer que sanar es solo sentir amor y gratitud y convertirte en la mejor versión de ti misma a costa de lo que pensás, sentís, hacés, decís. Como que el proceso de sanación significa convertirte en la versión perfecta de vos misma pero solo aceptando aquellas cosas que están aceptadas que son perfectas. Yo no creo eso.

Yo entendí hace unos años que para sanar hay que permitir y aceptar todas las versiones de una misma, incluso aquellas que consideramos peores versiones. Por ejemplo, una versión de mi es aquella que siente algo parecido a envidia cuando ve o conoce historia de personas en las que su padre o su madre no fueron violentas con ellas. Cuando dicen que crecieron en un ambiente lleno de amor y sonrisas. Que ya dije, no es envidia porque el significado de envidia es que vos no querés que la otra persona tenga eso para tenerlo vos y, en mi caso, a mi me gustaría que lo tengamos todas las personas.

Y yo siento que desde que habilite esa versión de mi, que aparezca y no reprimirla, el poder decir “sí, siento esto porque me duele no haber tenido una familia amorosa y está bien, no me convierte en mala persona ni merecedora de cosas horribles. Al contrario, es algo normal”. A mí me ayudó a hacer las paces conmigo misma. A dejar de rechazarme, dejar de rechazar esas emociones y empezar a aceptarlas y abrazarlas en vez de mirarlas con rechazo. Aprendí a mirarlas con compasión y respeto. Y también dejar de sentir vergüenza por esa versión. Porque esa versión de mi es una herida, una cicatriz y es parte de mí. No debo negar su existencia porque sino, de esa forma, estoy dejando que esa herida, esa cicatriz se manifieste de diferentes formas en mi vida.

Porque es común que confundamos cosas de la personalidad de una con respuestas al trauma de esas heridas de la niñez. Por ejemplo, es común que creamos que es parte de la personalidad el querer complacer a todo el mundo, el ser demasiado perfeccionista y autoexigente, pedir perdón por todo, evitar el conflicto, no poner limites, minimizar tus emociones. Porque esas dificultades que podés tener no son parte de tu personalidad sino que son heridas porque fueron negligentes emocionalmente con vos en tu niñez y adolescencia. Llamo dificultades a no poder conectar con otras personas a nivel personal, no tener amistades cercanas o relaciones significativas en tu vida, no poder gestionar emociones como la tristeza o el enojo, no poder cumplir con tus objetivos porque no podes establecer metas y un plan de acción para alcanzar esos objetivos. Todo esto te hace sentir vacío por dentro y hace que sientas que a tu vida le falta sentido, que la vida no tiene sentido.

Sanar no significa que el daño nunca existió. Significa que lo que te dañó, ya no te controla.

Incluso cuando pensaste que ya habías sanado esa conducta y una situación la detona de nuevo. Detectar e identificar eso, esa situación o persona que denota tus heridas, no significa que no estas sanando, al contrario, es parte del proceso. Ya después esta el aprender herramientas para gestionar las emociones, pensamientos y actitudes frente a esos detonantes que identificás y para eso está el proceso de conocerte a vos misma y los beneficios del autoconocimiento.

Y esas herramientas, en muchos casos, pero esto es un trabajo personal e intimo, no es una receta para que todas las personas hagamos lo mismo, pero una de esas herramientas es aprender a cuidarte a vos misma, a ponerte en primer lugar, a respetar tus deseos, tus miedos, tus heridas. Y a no exponerte a esas situaciones o personas detonantes. Y aprender a como tratarte con compasion y paciencia cuando aparecen esas situaciones y personas detonantes y te afectaron.

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