No me tientes.
Sabés que estoy mal.
No me tientes.
Las cosas están mal. Siempre están mal. Cada vez están peor.
No me tientes.
Ya son varios días, que se transformaron en semanas. Y semanas que son meses. Meses en los que me cuesta disfrutar el sol.
No me tientes con ideas de falsa libertad.
Dije que me quiero ir, es verdad.
Grité que no aguanto más, también.
Lloré en silencio maldiciendo el no encontrar la esperanza de que todo va a estar bien.
¿Cuándo va a estar bien?
¿Qué significa estar bien?
¿Qué es estar bien?
¿Existe, acaso, lo que estoy buscando?
Quizás el problema es que corro detrás de una zanahoria inalcanzable.
No me tientes, por favor.
¿No ves que estoy en un momento débil?
No me tientes.
Sí, yo te escucho. ¿Cómo no hacerlo?
Pero no puedo hacerte caso.
Tengo que sacar fuerzas desde lo más profundo de mi ser para no hacerte caso. Para no caer en tu espiral de pensamientos y creencias que empeoran mi día a día.
No me tientes.
Es muy cruel que en estos momentos me estés sembrando semillas y dudas. Semillas y dolor. Semillas y fantasías.
No me tientes.
Te lo suplico.
Te lo ruego.
Por favor.
Cuando el mundo se detuvo
Escribo para dejar registro de lo que pasó desde el 8 de abril a hoy. Escribo para entender, procesar e intentar resignificar esta nueva experiencia que me puso a prueba en todos los sentidos.
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