En este episodio cuento que, si bien llorar todos los días es normal desde que soy niña, no fue hasta de adulta que aprendí a llorar. Porque antes, a pesar de tener mucha angustia contenida y que sentía la necesidad de llorar, no lo hacía. Me repremía.
Pero como ya lo conté, el 2016 fue un año que me quebró y me hundió en un pantano muy profundo. Cuando el 12 de octubre me tocó sostenerle la patita de Pioja mientras la veía dejar de respirar, sentí una necesidad de llorar y llorar mucho pero al mismo tiempo miedo de no poder controlar mi cuerpo. Básicamente sentía como que me estaba volviendo loca.
Por eso pedí ayuda terapéutica y, junto con mi psicóloga aprendí a llorar siendo adulta.
0 comentarios