25 de enero | Celebrar la vida

Durante años, fue el día para agradecer por no haber muerto. Hoy, después de un proceso de resignificación, declaro que el 25 de enero es el día para celebrar la vida.
Escrita el 25 de enero de 2022
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Hoy es mi segundo cumpleaños. Sí, a esta fecha en particular le digo así porque hace 25 años sobreviví a un accidente. Un accidente muy grave en el que casi pierdo mi brazo izquierdo. Un accidente que se convirtió en un antes y después en mi vida. No solo por las cicatrices que dejó, sino por el mensaje que interpreté.

El accidente fue automovilístico. Era el segundo día de vacaciones de la familia y estábamos viajando por una ruta del sur de Chile. Cuando sentí que mi padre había perdido el control del auto y que era inminente que ocurriera un accidente, en el estéreo se reproducía la canción de Azúcar Moreno “Solo se vive una vez”. 

“Estás viva de milagro” fue una frase que escuché durante mucho tiempo. Pero la realidad de ese entonces no me permitía sentir agradecimiento por el supuesto milagro. ¿Cuál era el sentido de seguir con vida si sufría violencia y abusos todos los días desde que tenía memoria?

Poco a poco fui generando un duelo por todo lo que me pasó e intenté conectar con el mensaje del accidente. “Solo se vive una vez”. De hecho, es mi tercer tatuaje en el brazo izquierdo. Y la cicatriz de 25 puntos que me dejó la operación de reconstrucción del húmero (el hueso que une el hombro con el codo) se convirtió en el tatuaje que me hizo la vida.

Conté la historia del accidente una y otra vez. En verdad, primero la escribí muchas veces antes de animarme a reproducirlas en voz alta. Repasar una y otra vez lo vivido provoca angustia, sí, pero también ayuda a procesar el trauma o los traumas. 

Hace unos años aprendí los términos resiliencia y resignificación. En psicología, la resiliencia es la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas. Y la resignificación se trata de otorgar un sentido diferente al pasado a partir de una nueva comprensión en el presente, o a dar un nuevo sentido al presente tras una interpretación distinta del pasado.

Con ambas palabras me sentí identificada. Entonces, volví a escribir y hablar del accidente pero con el objetivo de resignificar. Por momentos creí que no iba a ser posible.Pero hoy, que se cumplen 25 años del accidente, lo hice. 

El 25 de enero de 1997 fue la fecha en la que me convertí en sobreviviente de un accidente. Como si me hubieran dado una segunda oportunidad o hubiera vuelto a nacer. Siempre fue un agradecer por no haberme muerto. Y en los peores momentos de mi vida lo recordaba maldiciendo por no haber terminado con todo el dolor en ese día. 

Porque sí, porque en varios momentos en mi vida pensé en tirar la toalla, en darme por vencida. Momentos en los que ya no tenía fuerza ni ganas ni motivación de seguir. ¿Cuál era el sentido de vivir si solamente sentía angustia, ansiedad, dolor?

Pero hay algo en mí que en todo este tiempo no me permitió ponerle fin. Creer que en algún momento iba a poder estar mejor. ¿Por qué? No lo sé. Porque viéndolo desde afuera, no había nada que indique que algo iba a cambiar. Pero internamente creía que sí. Durante años fue tener como el ángel y el diablo uno a cada lado de mi cabeza. Uno me decía que siga, que saque fuerzas desde adentro y el otro que me decía que para qué, que no valía la pena, que nada vale la pena realmente.

Es más, hay días en los que el diablo vuelve a aparecer. La diferencia es que ahora no le doy entidad o le respondo que se vaya a la mierda.

Porque hoy sí quiero vivir. Quiero estar agradecida con la vida a pesar de lo que tuve que vivir. Quiero vivir muchos años. Quiero hacer un montón de cosas, realizar proyectos, viajes, libros.

Entonces el 25 de enero ya no es solo el día para recordar que sobreviví a un accidente. Ya no es solo el día para recordar que casi me muero. Es el día para celebrar la vida, para celebrar que estoy viva.

Así como existen el día de la madre, de la niñez y demás días para celebrar y recordar esas personas en nuestras vidas, el 25 de enero para mí se convirtió en el día de la vida, el día para celebrar la vida.Y por eso es mi segundo cumpleaños. 

Porque uno festeja su cumpleaños porque es el día que nació. Y mi húmero izquierdo, que tuvo que volver a crecer porque, en palabras del cirujano que me operó “se fracturó en 60 pedazos y el resto eran todas astillas”, mi húmero izquierdo en realidad está cumpliendo 25 años. 

Ya sé, la vida debería celebrarse y agradecerse todos los días. ¿Pero sabés qué? No siempre se puede. Existen un montón de realidades que van en contra de lo deseable. Traumas y dolores que no permiten ver más allá o que el más allá sigue siendo un camino de espinas que no te dan ganas de seguir recorriendo.

Por eso hoy estoy contenta y orgullosa de mí misma. Porque volví a resignificar, una vez más, el accidente y el 25 de enero como fecha en el calendario.

Ya no es el día en el que casi muero; es el día en que renací. Y acá estoy, viva.

Foto de Jonny Lew en Pexels

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