Si bien creo que mi estación preferida es la primavera, por más que venga acompañada de muchos estornudos y ojos rojos, el invierno es una época que espero y que me gusta.
¿Team invierno o team verano? Team invierno.
“¿Pero por qué? ¿Te gusta sentir frío en el cuerpo?”
Y no, claro que no. En verdad sí pero en su justa medida. Hay momentos en los que salgo al aire libre para sentir la brisa helada por mi rostro. Eso me hace sentir viva.
Pero si me tengo que poner a analizar o filosofar sobre por qué me gusta el invierno, creo que tiene que ver con que es la temporada en la que nos quedamos en casa. Que conectamos más con el interior. Que nos resguardamos y nos abrigamos.
Hace años que me identifico con el ave fénix. Con ese poder de renacer de las cenizas, de salir fortalecida de las situaciones adversas que me tocó vivir. De hecho, lo llevo tatuado en mi piel.
El mito, o uno de los mitos, habla sobre la experiencia de prenderse fuego y resurgir de las cenizas. Y ese momento en que el fuego se consume íntegramente yo lo relaciono con el invierno. Y si quiero ponerme un poco poeta, hasta me animo a imaginarme que durante el invierno, es el momento en que el ave fénix se reconstruye hacia dentro y toma fuerzas para que, en la primavera, empiece el proceso de renacimiento hacia afuera.
Pero los procesos de reconstrucción tienen una carga emocional muy fuerte. Muy movilizante. Porque al resurgir, no es que de un día para el otro volvés a hacer la misma persona. No. Definitivamente no. De hecho, no podés ser la misma. Tenés que cambiar.
¿Por qué? Porque para renacer tenés que dejar atrás justamente aquello que no te permite crecer. Aquello que identificaste que no te permitió crecer o, que incluso, te quebró.
Y para mi es algo normal. Y por eso agradezco haber nacido y vivido, la mayor parte de mi vida, en lugares donde las estaciones del año están bien marcadas.
No. No me gusta el invierno porque me gusta sufrir el frío en el cuerpo.
Me gusta el invierno porque es el momento para conectarme conmigo. Con mis emociones más profundas. Con mis pensamientos. Con mis deseos. El invierno me invita a abrazarme para darme calor. También es el momento para dejar morir aquello que no quiero que vuelva a renacer. Para decidir a qué le voy a poner energía y a que no.
Foto de Tomáš Malík en Pexels
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