Se está cumpliendo

Se está cumpliendo. Ese sueño que tantas veces repetí en mi mente. Estoy en “mi” escritorio. Una habitación especial para venir y hacer cosas que me hacen bien como escribir.
Escrita el 8 de marzo de 2020
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Se está cumpliendo. Ese sueño que tantas veces repetí en mi mente. Estoy en “mi” escritorio. Una habitación especial para venir y hacer cosas que me hacen bien como escribir.

Me desperté decida a cambiar mi rutina. Para lo único que agarré el celular fue para darle play a una lista de reproducción de música para relajarse. Tengo puesto un solo auricular y por el otro oído escucho los pájaros y ruidos de la naturaleza. ¿De verdad necesito Spotify para relajarme?

Me saqué el auricular y cerré los ojos por unos instantes. Escucho diferentes cantos de pájaros y unas chicharras que avisan que hoy hará calor.

Estoy mirando por la ventana que da al patio. Veo todas las cosas que no deberían estar y las que me gustaría que estén. Comienza hoy otro sueño. El de ver por la ventana y que me guste lo que veo. Llevará tiempo, lo sé.

También estoy comiendo manzana y frutos secos. Una manzana que corté hace 15 minutos y ya se empieza a oxidar. No se si está bien o mal. La siento más natural. Y muy dulce por cierto, a pesar de haber estado en la canasta de frutas por más de 15 días.

Me levanté y me propuse comenzar una nueva rutina. Esa que también soñé durante mucho tiempo. Tomé agua. Hice ejercicios de estiramientos y me recosté en la manta de acupuntura. En los próximos días o semanas, iré incorporando las rutinas de Pumba, Rubia y Robin para evitar tantas interrupciones. Será cuestión de que se acostumbren también.

Estornudo de alergia. Prendí un sahumerio. Sí, puede ser que no haya sido una buena elección teniendo en cuenta que hace dos meses estoy con diferentes alergias adaptandome a la nueva casa, nuevo barrio, nuevo aire.

Hay una taza con té de manzanilla en hebras esperándome. En verdad soy yo la que espero a que se enfríe un poco. No me gusta tomar bebidas muy calientes. Salvo el mate.

En el escritorio solo hay una planta. Una maceta fucsia con base violeta. Una combinación de colores que resaltan los verdes del Potus. La puse en un rincón. Pienso que ahí no le dará tanto el sol. Estoy evaluando cambiarla de lugar. Debajo de la ventana para que tenga luz todo el día.

Miro el escritorio. Es una mesa prestada que le asignamos el uso de escritorio. Se mueve cada vez que escribo. Reconozco que a veces aprieto fuerte las teclas. Pienso en todo lo que quiero hacer en este cuarto. Todavía es más el cuarto “depósito” que el cuarto para hacer lo que me gusta y hace bien. Lo bueno es que estoy de espalda a todas las cajas y cajitas de la mudanza que todavía no abrimos.

Un poco de emoción me recorre el cuerpo. El cuerpo ya sabe lo que está viviendo. Mi mente. Todavía le cuesta. Se está adaptando. Pero no solo a los nuevos espacios y rutinas. Se está adaptando a que también me pasen cosas buenas. Eso era algo imposible hasta hace unos 2 años.

Paro para mirar todo a mi alrededor. Cuesta creerme mi presente. Y aquí estoy, en mi cuarto escritorio, mirando por la ventana, escribiendo por escribir. Esto es lo que quiero para todas mis mañanas.

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